La frustración en el deporte es un estado habitual. El hecho de competir supone de forma implícita la posibilidad de ganar y perder. Pero para muchos, perder es sinónimo de fracaso, al no lograr el objetivo por el cual tanto se trabaja durante los entrenamientos. Cuando los deportistas son niños, esta emoción puede adquirir una importancia mucho mayor que en adultos.
El papel de los progenitores es transmitir a los hijos que no siempre es posible cumplir los deseos y objetivos, y que ello no es un trauma. Angustia, ansiedad, enojo, decepción, alegría… emociones que ciertos deportes desatan en los deportistas y que en ciertos casos llegan al extremo de afectar su salud. Muchos padres, poco conocedores de la gran importancia que tiene que los hijos aprendan a desarrollar estrategias para afrontar estas emociones, evitan que experimenten ningún tipo de frustración e intentan atender a todos sus deseos o incluso, les esconden la realidad para que no sufran. En cambio, la responsabilidad de los padres debería estar en ayudar a sus hijos a desarrollar la tolerancia a la frustración.
Es un estado emocional que puede influir de manera negativa en el deportista, sobre todo, porque también puede provocar un gran estado de estrés. Se desarrolla en algunos cuando no se cumple su voluntad, es decir, cuando no pueden alcanzar deseos u objetivos que tenían. Ante el desengaño, el deportista no tiene claro si es un obstáculo en su camino o una pérdida irreparable, suele manifestarse con rasgos mezclados de emociones más básicas, como son la ira (enfado ante un obstáculo) y la tristeza (decepción por la pérdida.
La clave para superar la frustración en la actividad deportiva está en el desarrollo de la inteligencia emocional desde la infancia, que les permita, a su vez, desarrollar aspectos que les ayudarán en muchos ámbitos de la vida. Es primordial que uno sea capaz de entender los errores como oportunidades de enseñanza. Una inteligencia emocional poco desarrollada, en cambio, no permite superar la emoción inicial de frustración y la persona acaba por desarrollar conductas agresivo-pasivas que no ayudan ni a mejorar ni a lograr más bienestar, al contrario.
No obstante, esta decepción debe formar parte del desarrollo de todo individuo. Lo esencial no es sobrellevarla, sino experimentarla cuando se desarrolle, como emoción que es, y a continuación, superarla. En los practicantes jóvenes, la incapacidad de superar contrariedades debido a un bajo nivel de tolerancia provoca malestar y
poco disfrute de la experiencia deportiva. A largo plazo, es causa de abandono de la actividad.Es tarea de los entrenadores deportivos ayudar a desarrollar una buena inteligencia emocional que les anime a progresar en la vertiente deportiva y a gozar del deporte en todas sus facetas, las adversidades, desde errores a lesiones, forman parte de la actividad y, cuando ocurren, permiten analizar qué hay que hacer diferente para mejorar.
Violeta
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