He escuchado a varios hablar de sus competencias con un amor y una alegría que cada
día me convenzo más que lo que los hace grandes no es hacer cierto
deporte, sino disfrutarlo y luchar por labrar su nombre en la historia
como un grande.
Son deportistas modelos que alimentan las ilusiones y entusiasmos de
muchos jóvenes y adultos, dado que representan lo que ellos mismos
quieren ser.
En el imaginario social ellos son personas muy reconocidas
que pueden conseguir todo lo que quieren y que tienen la felicidad
asegurada. Sin embargo, esto no es así. Detrás de los triunfos
hay historias inspiradoras del doloroso camino al éxito. Todos los
atletas que compiten tienen una historia de pasión que bordea la locura,
el trabajo más duro, momentos de desesperación o un ingenio increíble. Y
es que nada detiene a estos atletas, pues las ganas de competir les
hacen superar los obstáculos, demostrando su fuerza espiritual.
La gloria no está reservada, cada uno puede escribir su nombre en las
páginas de la humanidad, a través del esfuerzo y la dedicación, sin
importar la disciplina que se practique. El deporte no solo es salud,
sino que también puede ser un medio de vida. Conseguir alcanzar la
excelencia en el deporte requiere de muchos esfuerzos y sacrificios y
aún con todo ello, hay muchos que no llegan.
He visto atletas enfrentar a una nación armados solo con su deseo de
alcanzar gloria, mientras que miles de ojos extraños en todo el mundo
están observándole. La gloria no distingue disciplinas, pero eso sí,
exige por igual: gotas de sangre que más tarde serán canjeadas por la
dicha de colgarte un listón y un círculo brillante al cuello; calambres,
golpes y heridas que después serán intercambiadas por subirte a un
podium y cargar un objeto dorado rodeado de tu grupo de guerreros.
Aprenden a plantearse objetivos y a trabajar duro para conseguirlo,
a colaborar con los compañeros, a aprender a resolver discrepancias
dialogando, a ver diferentes alternativas en el juego, a relativizar la
derrota y a reaccionar positivamente frente a los errores propios.
En definitiva, es aprender a vivir a través del deporte. Vencer las barreras con disciplina es el camino hacia el éxito.
Violeta
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