Un problema tabú que rara vez se denuncia: acoso y abuso sexual en el deporte.
En el año 1999, una de las pocas deportistas de
fama mundial que se atrevió a hablar abiertamente del acoso, aunque décadas
después de padecerlo, fue la gimnasta rusa Olga Korbut, ganadora de seis
medallas olímpicas entre 1972 y 1976. Korbut reveló que había sido una
"esclava sexual" de su entrenador, Renald Knysh, quien convertía a
sus pupilas, además de en excelentes gimnastas, en "doncellas para su
servicio personal". Con sólo 15 años, la que sería la ''reina'' de los
Juegos de Múnich padecía ya los abusos y los golpes de Knysh, a quien temía
pero de quien dependía "terriblemente", explicó.
Se dice que los miembros del entorno del atleta que
están en una posición de poder y autoridad son los principales autores de acoso
y abuso y es
de manera más frecuente en torno a las grandes competiciones a las que todos
quieren llegar, por lo que es más fácil cobrar favores de tipo sexual.
Importante es decir que ningún deporte es inmune a
estos problemas, ocurren en todos los niveles de competición, sin embargo, la
prevalencia parece ser mayor en el deporte
de elite. Según una declaración del COI en el año 2000, que prendió focos
rojos, y una investigación respaldada por el organismo (con encuestados
anónimos) señala que los vestuarios, los viajes, el coche o la casa del
entrenador y los actos sociales en los que se consume alcohol son lugares o
situaciones de riesgo. En cambio, el tipo de deporte o el que se practique con
más o menos ropa no tienen incidencia alguna, señalo la Comisión Médica del COI
en ese entonces.
Ese mismo año, tras los Juegos Olímpicos de Sydney,
el COI y los organizadores elaboraron un informe sobre los imprevistos a los
que habían tenido que hacer frente durante la cita y el acoso sexual estaba
entre ellos. Para el año 2005 el deporte mexicano fue sacudido por el escándalo
protagonizado por la clavadista Laura Sánchez -bronce en los Mundiales de
Barcelona 2003-, su entrenador, Francisco Rueda, que se había hecho cargo de la
educación de Laura desde que ésta tenía 8 años, fue expulsado de la Federación
Mexicana de Natación por "falta de ética”.
Precisamente en México, la asociación Deporte,
Mujer y Salud hizo después un estudio entre 150 atletas, que presentó ante el
COI, según el cual el 71% de los consultados había sido víctima de acoso sexual
o conocía a quien lo había sido. En el 67% de los casos el agresor era el
entrenador y el 92% de las situaciones de abuso se habían producido dentro de
una instalación deportiva
También a finales de los
noventa el presidente de la Comisión de Arbitraje de fútbol de Perú, Gustavo
Zevallos, acosó con continuas proposiciones a la colegiada Carmen Panta, la
animó a dejar a su marido y medió para que éste, también árbitro, fuera
descendido de categoría. Abrumada, Panta dejó finalmente el arbitraje. Uno de
los pocos que acabó en la cárcel fue el puertorriqueño Luis Rosa,
''cazatalentos'' de las Grandes Ligas de béisbol, que en 1997 fue acusado por
nada menos que quince peloteros dominicanos de acoso sexual y fraude.
Prácticamente todas las disciplinas,
se han visto salpicadas en los últimos años por casos de abuso. Deportistas,
entrenadores, árbitros, directivos, representantes han aparecido de un modo u
otro implicados. Es en el adulto en quien debe recaer la responsabilidad y
deber de trazar la raya en la delgada frontera que separa el acoso y el
contacto corporal que es parte esencial de toda actividad físico-deportiva. No
podemos esperar que una criatura o persona joven disponga de la fuerza moral y
el valor para explicitar directa y claramente a su entrenador, entrenadora o
colega de equipo que su conducta le resulta molesta o insultante. Es importante
que las personas adultas involucradas en el mundo del deporte sean sensibles y
estén alerta de los problemas potenciales para intervenir preventivamente de
forma precoz.
La cultura de la comunicación sincera no
culpabilizadora siempre es la mejor prevención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario